martes, 24 de mayo de 2011

Francisco de Quevedo - A un amigo que retirado de la Corte pasó su edad


Dichoso tú, que alegre en tu cabaña, 
Mozo y viejo espiraste la aura pura, 
Y te sirven de cuna y sepultura, 
De paja el techo, el suelo de espadaña. 

En esa soledad que libre baña 
Callado Sol con lumbre más segura, 
La vida al día más espacio dura, 
Y la hora sin voz te desengaña. 

No cuentas por los Cónsules los años; 
Hacen tu calendario tus cosechas; 
Pisas todo tu mundo sin engaños. 

De todo lo que ignoras te aprovechas; 
Ni anhelas premios ni padeces daños, 
Y te dilatas cuanto más te estrechas.

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